No hay un momento concreto en el que decidiéramos ser padres, nunca dijimos "a partir de hoy lo vamos a intentar", pero es una cosa que tampoco nos hizo falta hablarlo porque teníamos muy claro los dos que queríamos formar una familia. Pero el tiempo pasa y te das cuenta (a pesar de no querer reconocerlo) que "algo falla", hay algo que no va bien. Utilizas todos los métodos habidos y por haber, te encomiendas a los días en los que se supone que es más factible porque lo has leído en algún sitio o porque te lo ha dicho "fulano" o "mengano", pero una vez más sin resultado satisfactorio, más bien al contrario, te vas cerciorando de que hay algo que no funciona bien.
Mientras tanto, amigos y conocidos te van dando las grandísimas noticias de que están esperando un hij@, de lo cual por supuesto te alegras muchísimo pero a la vez te preguntas: ¿Y por qué nosotros no?
Entonces es cuando llega el primer paso que jamás te hubiera gustado dar, ir al médico a que te digan las posibles causas de esa posible infertilidad. Al ir a ese primer médico, lo que nunca te imaginas es que esa va a ser la primera de muchísimas visitas que nos quedan por delante, pero todo ello buscando un único objetivo, el de "ser padres". Teniendo eso en mente y con las baterías a tope de optimismo, nos hacemos todos los estudios necesarios, unos más desagradables que otros pero por los que se pasa porque tienes ese objetivo claro en la mente. Llegan los resultados y te empiezan a confirmar lo que nunca querías haber oído pero a la vez te ofrecen los diferentes tratamientos posibles de reproducción asistida. Te encuentras con médicos que parece que perdieron el tacto y las formas en su niñez, lo cual te enfurece y te va minando poco a poco, hay otros que son todo lo contrario y te insuflan una corriente de positivismo, lo cual se agradece y mucho.
Tras muchos estudios en los diferentes hospitales, varios viajes a Cruces, al IVI de Bilbao, etc. valoras todas las opciones y decides hacer el tratamiento que te han recomendado. Ahí llega el primer palo más duro, ha resultado negativo, es el momento de aparentar delante de todo el mundo que no pasa nada y que estás a tope de moral pero en la soledad, es inevitable volver a preguntarte ¿Por qué nos tiene que pasar esto a nosotros? y acompañarlo con lágrimas de rabia, impotencia,...
Nos damos un tiempo para recuperarnos físicamente, económicamente (no son precisamente baratos) y sobre todo anímicamente para afrontar un segundo tratamiento en el que depositas por supuesto todas tus esperanzas pero con cierto recelo y sin querer hacerte excesivas ilusiones de que vaya a resultar satisfactorio.
Llega el segundo golpe, quizás más duro que el anterior, cuando te dan la noticia de que es otro negativo y una vez más te derrumbas anímicamente y se repite el mismo proceso, te sientes hundido pero a la vez no quieres que nadie te vea así y apenas hay gente con la que puedes o quieres hablar del tema porque tampoco es una cosa que hayas hecho pública, más que a la gente más cercana. Más lagrimas, más impotencia, más rabia, momentos muy difíciles que no se los deseo ni a mi peor enemigo.
En un momento entre tanta desilusión y tanta mala suerte, tenemos la grandísima noticia del nacimiento de nuestra sobrina Anne y al preguntarle a mi hermano a ver qué tal había ido el parto, éste me contesta que es algo que todo el mundo debería vivir en la vida... Estas palabras se me quedaron clavadas y cada vez que nos daban un maldito negativo, me venían a la mente y veía que no iba a ser posible vivir esa maravillosa experiencia que él me contaba, lo cual me hacía más daño aún.
Entonces es cuando entra en juego la idea de la adopción, la cual ya teníamos muy presente desde hacía mucho tiempo y que aunque hubiera sido un positivo, yo creo que hubiéramos llevado adelante, pero ya decidimos olvidarnos totalmente de médicos, de tratamientos, de hospitales y darle forma a esta idea. Tampoco es fácil pasar todos los trámites y todas las barreras que las instituciones te ponen y te sientes analizado pero de otra forma. Realizas cursos, te analiza un psicólogo, una trabajadora social, haces mil test, necesitas certificar tus ingresos, tus propiedades, tu estado de salud, y un largo etcétera. Te sientes analizado, estudiado, controlado,...
A pesar de todo esto, hoy es el día que me arrepiento mucho de no haber dado antes este paso porque quizás hoy ya podríamos estar disfrutando de nuestr@ hij@ y no hubiéramos pasado el calvario ante tanta mala noticia de los dichosos tratamientos. Si pudiera dar marcha atrás en el tiempo, tengo clarísimo que no realizaría ni un solo tratamiento y que depositaría todas mis fuerzas en la adopción, pero de todo se aprende. Lo importante de todos modos es que cada día que pasa estamos un día más cerca de nuestr@ hij@ y que sabemos que Etiopia nos espera.